La Hora

Frases Vegetales

"PODRÁN CORTAR TODAS LAS FLORES, PERO NO PODRÁN DETENER LA PRIMAVERA"

Pablo Neruda (Premio Nobel de Literatura, Chileno)

domingo, 30 de octubre de 2011

Lo que nos rodea: la vida

De cuantas cosas maravillosas hay en este portentoso mundo, ninguna es tan interesante como los seres vivientes que nos rodean. Son nuestros amigos y compañeros. Si nos fijamos en la Luna, hermosa, pero sin vida (una tumba soberbia), veremos qué diferencia hay entre ella y nuestra Tierra, que es la madre de todos los seres vivientes. No cabe duda que en otro tiempo hubo también seres vivientes en la Luna. Si no hubo animales, hubo, en todo caso, plantas. Mas ahora la Luna se ha enfriado; ha perdido todo el aire que tenía en un tiempo y que era igual al que hoy tiene nuestra Tierra; no le ha quedado ni siquiera una gota de agua, y, por lo tanto, todas las plantas que un día vivieron en la Luna murieron; se extinguieron ellas y sus vástagos. ¡Cuan distinto es todo en nuestra Tierra! La vida llena los mares, cubre la tierra firme y vuela por los aires. En todas partes hay vida y movimiento, y nacimiento y muerte, y renacimiento: siempre, y en todas partes, vemos vida y más vida. Estos son los hechos más interesantes de la Tierra donde vivimos, y debemos formular varias interrogaciones acerca de ellos. Por ejemplo, ¿cuál es la diferencia entre un ser viviente, como una mosca, o una rosa, o un niño, y un ser no viviente, o que nunca ha vivido, como un bastón, o una piedra, o la grava, o arcilla del jardín? Además, ¿cuáles son las diferentes clases de seres vivientes? ¿Cómo es que son tan distintos? El elefante es muy distinto del musgo; sin embargo, el elefante se asemeja más al musgo que al pedernal. ¿Cómo es esto? Una de las principales ocupaciones de nuestra vida es hacer preguntas, procurar contestarlas, y obrar y vivir de acuerdo con las respuestas; y después que hayamos contestado a estas preguntas, todavía quedan muchas más que nos intrigan. Sabemos que todo ser viviente muere y, sin embargo, la vida no muere; en la tierra no existe ser alguno que haya vivido 2000 años, excepto tal vez algunos grandes árboles, como los cedros del Líbano, de los cuales nos habla la Biblia. Todos los seres vivientes de aquellos tiempos, peces y moscas, pájaros y flores, están ya muertos; y a pesar de esto la tierra rebosa de vida y jamás estuvo tan llena de vida antes. ¿Por qué es esto?


A causa de un hecho sorprendente: porque todos los seres vivientes tienen hijos, y porque estos hijos son iguales a sus padres, v cuando éstos mueren, los hijos continúan su vida. En la antigua Grecia celebrábase la carrera llamada de la antorcha, en la cual los corredores tenían que llevar una antorcha encendida hasta la meta. Como la distancia a cubrir era muy larga los corredores se iban turnando, de tal manera que, si bien era uno solo el que llegaba a la meta, todos habían participado en el transporte de la antorcha. Ésta simboliza la llama de la vida, y cada ser viviente representa al corredor, que corre durante un corto tiempo, y entrega la antorcha de la vida a los jóvenes, quienes la llevarán después de muerto aquél. ¿De dónde han venido todos estos seres vivientes? Todos los seres, muertos o vivos, han debido proceder de alguna parte. Esto es indudable.
Pero ahora nos salen al paso las siguientes preguntas.
¿Cómo vinieron todos estos diferentes seres a la vida? ¿Cuál es su historia? ¿Quiénes fueron sus padres?
En el terreno puramente científico hallamos hipótesis, más o menos racionales, pero al fin y al cabo hipótesis, aceptadas por unos y rechazadas por otros. Por nuestra parte nos limitaremos a exponer hechos bien comprobados y verdades científicamente demostradas pues cuantas más verdades conozcamos, tanto más perfecta puede ser nuestra vida. Comenzaremos preguntándonos a nosotros mismos: -¿Cómo podemos saber si un ser vive o no tiene vida? -"Esta pregunta es realmente una tontería" -contestará alguien, porque cualquiera puede decir, sin titubear, que la mosca vive y que el cristal de la ventana carece de vida, es decir, es inanimado. Sabemos que la mosca vive, lo mismo que sabemos que un niño vive, porque ambos son activos. Llamamos vivo a todo lo que se mueve y cambia de lugar, a todo lo que se agita, bulle, salta, grita, nada, vuela... Esto solemos decir; pero, ¿es ello cierto?
Realmente, no. Cuando reflexionamos sobre el particular, advertimos que el niño vive, aun durante el tiempo en que está profundamente dormido. Está tan vivo mientras duerme, como cuando estaba jugando, antes de ir a acostarse. Alguien puede objetar que esto no es realmente un buen argumento, pues aun cuando el niño esté durmiendo, continúa moviéndose al respirar. Lo cual es cierto, pues si observamos al niño en su sueño y luego a la muñeca que acaso esté acostada en la misma cama, veremos que el pecho del niño se mueve hacia arriba y abajo, mientras que el de la muñeca no; y si ponemos nuestra mano suavemente sobre el pecho del niño, sentiremos latir su corazón. El corazón no se ha dormido; sigue moviéndose, y se mueve porque está vivo. De manera que, después de todo, el niño vive, tanto si está durmiendo como si está despierto; y la gran cuestión es, si toda cosa que al parecer no se mueve, está viva como el niño o no. ¿Tiene que ser activo y móvil, como el niño, todo lo que realmente vive? Vamos a verlo.
Imaginémonos cómo ve un pájaro, que volara a gran altura por el espacio, al mirar hacia abajo, a la superficie de la tierra. Si hemos ascendido alguna vez en avión, comprenderemos perfectamente lo que significa la frase "a vista de pájaro". Cuando se representa algo a vista de pájaro, se lo dibuja tal como se supone que lo contemplaría un ave que lo mirara desde el cielo: el ave lo ve todo de una vez, lo abarca todo simultáneamente. Ahora bien, es necesario siempre mirar a vista de pájaro todo lo que tratamos de comprender.
Si sólo contemplamos las cosas a corta vista, nuestras ideas serán tan disparatadas como debe ser la que una mosca se forme de un elefante, al contemplarlo muy de cerca. Hemos de ver cada cosa por separado, y todas las cosas en conjunto. Tenemos que emplear ambas clases de vista. Probémoslo, pues, y miremos a vista de pájaro las cosas vivientes. Al hacer esto veremos que hay dos grandes clases de cosas vivientes, y muy diferentes unas de otras. La diferencia no es de tamaño ni de cantidad, sino de clase y calidad. Una de las clases de cosas vivientes es la de los animales, y otra la de las plantas; y un animal grande, tal como un elefante, se asemeja mucho más a un animal pequeño, tal como una mosca, que no a una planta grande, tal como una encina. Un animal grande no es lo mismo que una planta grande, ni uno pequeño es igual a una planta pequeña. Los dos son muy distintos. ¿Cuál es la diferencia? Hay muchas diferencias, pero la que notamos primeramente, cuando miramos a vista de pájaro, es una diferencia de vivacidad. Los animales se mueven constantemente, pero, en cambio, las plantas no cambian de lugar por sí mismas.
¿Diráse, pues, que las plantas no viven? A menudo se ha pensado y dicho esto, porque muchos han juzgado que para decir que una cosa es viviente, debe ser activa. Sabemos que las plantas no son activas, como los niños; aquéllas no hacen nada, no se mueven. Siempre se encontrará a un rosal en el mismo sitio en que se lo dejó en el jardín; pero a un gato no se lo halla siempre donde se lo deja. Por lo tanto, muchos creyeron que, como las plantas no andaban, no eran vivientes, en realidad. Y más tarde se llegó a ver la verdad de lo que ya hemos dicho: que, después de todo, hay algo en la rosa que la asemeja mucho más a una mosca, que a un pedazo de piedra, aun cuando la mosca puede volar y la rosa no. De suerte que se llego a la conclusión de que había dos clases de vida: una real, verdadera, como la vida de la mosca, o la del tigre, o la nuestra propia, y la otra, una especie de vida a medias, no la vida real, sino una débil imitación, lo bastante para constituir una diferencia; y se dijo que esta clase de vida a medias era la de los árboles y demás plantas. Los que tales cosas decían, no entendían mucho de esto.
Sabían que había algo extraño respecto- a la encina y la bellota, etc., pero no podían persuadirse ellos mismos de que algo que no fuera activo pudiera ser real y verdaderamente viviente. Por fin, empezaron a enterarse mejor de la realidad de las cosas. Cuando un niño trepa sobre los hombros de su padre, puede ver a mayor distancia que cuando está de pie en el suelo; y algo por el estilo hicieron esos hombres. Uno aprendió una cosa; el siguiente aprendió algo nuevo, y el que vino luego aprendió más aún; y así la humanidad se fue haciendo cada vez más instruida. Hoy sabemos todo lo que sabían nuestros antepasados, y hemos aprendido, además, mucho que ellos ignoraban; de manera que, añadiendo lo que ellos sabían a lo que nosotros hemos descubierto, es como si estuviéramos encima de sus hombros contemplando un panorama más extenso del mundo que lo que ellos pudieron ver. Y cuando ya se supo mucho acerca del mundo, púdose mirar a éste a vista de pájaro, y el resultado ha sido llegar a saber que las plantas son tan vivientes como los animales. En cierto modo, tienen aquéllas más vida que éstos, aun cuando las plantas no sean activas. La verdadera diferencia está en que la vida del animal se muestra en vivacidad o movimiento, y la de la planta se manifiesta de otra manera. Sabemos que el animal vive porque es activo y semoviente, como el muchacho, como nosotros mismos. Nuestra vida se muestra en nuestra propia vivacidad. Pero sabemos también que la planta vive, porque ayuda al animal a vivir y a ser activo, y por otras muchas razones.


Aunque la planta se está quieta, e inmóvil, su vida es muy importante, pues hace posible la del animal. Porque éste vive de la planta, y si no hubiera plantas, todos los animales, y hasta nosotros mismos, moriríamos.
Es una verdadera ingratitud el que vivamos a costa de la vida de las plantas, que transformamos en vitalidad propia, y luego digamos que la planta sólo vive a medias, o que su vida no vale para nada.
Los animales hacen mucho ruido; pero las plantas hacen tanto trabajo como ellos, y lo hacen en silencio. No es menester que estemos siempre gritando y saltando, para probar que vivimos. Ninguna planta ejecuta cosa semejante, pero su vida hace posible la de los otros seres.
Vemos, pues, que vida quiere decir algo más que actividad o movimiento. Muchas cosas que no son activas, que no se mueven, están vivas realmente; porque no todas las cosas animadas hacen ruido y cambian de lugar. Podemos observar una cosa sin notar que se mueva, ni en un día, ni en una semana, ni en un año, sin embargo, puede estar viva. La palabra vida significa mucho más que la idea de algo que se mueve por sí mismo.
El movimiento no es realmente vida, porque todo se mueve. Las plantas no andan por el jardín, pero, sin embargo, se mueven. Cuando crece la bellota y se transforma en encina, se mueve hacia arriba. Cuando el girasol da cara al sol, conforme va creciendo, no solamente se mueve hacia arriba, sino también en otros sentidos; y si tomamos una hoja y la examinamos por medio del microscopio, podemos ver que las diminutas manchas de materia verde que le dan color, se mueven constantemente.
Todo se mueve. La idea antigua de que la actividad es vida, y que fuera de ella, nada lo es, se ha visto que es una equivocación, una falta de perspicacia; porque encontramos que todo se mueve, tanto si lo vemos como si no lo vemos. Las moléculas de materia que forman un guijarro, están siempre moviéndose, lo mismo que se mueven las moléculas que forman la tinta de esta página. Si vivacidad, o actividad, o movimiento, significa vida, entonces todas las cosas viven, pues todas las cosas (en cierto modo, al menos) son vivaces o activas, o se mueven, si podemos verlas de manera apropiada.


Esto es importante comprenderlo, si hemos de tener justa idea de la vida de las plantas. Tal vez el movimiento es el punto capital. Algunos han pensado que, si pudiéramos ver las cosas como son verdaderamente, encontraríamos que la vida, en sí, es realmente una clase muy especial de movimiento o vivacidad. La mejor manera de comprender lo que realmente hace una cosa viviente, es estudiar clases muy sencillas de vida. Las clases más sencillas son las de las plantas o vegetales: algunas tienen movimiento y otras no, pero todas son vivientes. Si no hubiera plantas, no podrían vivir los animales. Aquéllas son más antiguas que éstos, es decir, que hubo plantas en la tierra antes que hubiera animales. Estas son algunas de las razones, por las cuales debemos estudiar las plantas, cuyo estudio, en efecto, vale la pena. Si no estuvieran las plantas en el mundo para que las estudiáramos, no estaríamos tampoco aquí nosotros para hacerlo. Esto es sólo una manera de decir lo que hemos de recordar siempre: que todos los seres vivientes dependen unos de otros, y que si no se ayudasen siempre mutuamente, no podrían existir.




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